No puedes guiar a nadie más lejos de lo que tú mismo hayas llegado. Gene Mauch.
Además de optimizar el trabajo y los recursos para lograr determinados objetivos, un directivo con empleados a su cargo es ante todo un gestor de personas. Más concretamente, es un gestor de sentimientos humanos.
Muchas personas con responsabilidades directivas no poseen esta capacidad y deben renovar constantemente su equipo, con el gasto de tiempo y energía que supone enseñar una y otra vez las funciones a realizar.
Las corporaciones con éxito, en cambio, procuran conservar y mantener motivados a sus mejores empleados. Una plantilla estable, formada y que avanza en una misma dirección, es la mejor garantía para el éxito de un departamento.
El líder espiritual
Lo primero que debe transmitir el directivo con personal a su cargo es seguridad. En tiempos cambiantes en los que todo parece derrumbarse a nuestro alrededor, es importante que alguien marque la pauta, muestre un camino claro a seguir.
Nada resulta más desesperante y desmotivador para los trabajadores que un jefe inseguro que cambia de idea constantemente y obliga a hacer tareas en balde. Cuando cunde la impresión de que la barca no va a ninguna parte, los marinos simplemente dejan de remar.
La empatía es la clave
Por mucha visión de empresa que tenga un jefe, nunca logrará grandes objetivos si carece de una herramienta imprescindible para trabajar con seres humanos: la empatía.
Las personas que son incapaces de ponerse en el lugar de los demás, tropiezan una y otra vez con la misma piedra y nunca llegan a entender dónde estaba el error. Este tipo de líderes están condenados a rodearse de un equipo poco fiel, que a la mínima oportunidad abandonará el barco en busca de una mejor sintonía con sus nuevos superiores.
Para entender las motivaciones y dificultades de un empleado es indispensable vaciarse de uno mismo y encarnarse en esta persona.
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Vía: El zen de la empresa